Pre Ecce Homo, 1993

Este fue un amigo del bachillerato, compañero del equipo de lucha Olímpica, deporte en el que nos destacamos en ese entonces. Él se sentía muy seguro de su masculinidad -aparentemente-, deseaba vehementemente quedase siempre clara su virilidad; su comportamiento era extremadamente violento y competitivo. En cada varón venia a un adversario e intentaba someterlo siempre por la fuerza, como si fuese un macho alfa.

El día que hice esta imagen fue justo después de un entrenamiento, después de asearse; traía yo una cámara automática con un lente angular de 28 mm, le pedí poder hacerle un retrato a lo cual por la cercanía él supuso que era solo al rostro y accedió.

A los pocos días revelé y amplié una fotografía, en un muy pequeño formato y se la entregué; al principio se molestó por el resultado, pues se exhibía completamente, pero del enojo, pasó a la admiración y después a un estado de ánimo que me pareció incomprensible en ese tiempo. Como por arte de magia dejó de golpearnos y operó en su persona un cambio drástico en su forma de comportarse, la razón: golpeaba a todo aquel que inconscientemente consideraba tenía el pene más grande que el suyo, pero al poder evidenciar a partir de esa fotografía que no era tal, sino uno más en el promedio, ello lo relajó y así hasta donde recuerdo, en aquel entonces.

Desde entonces descubrí que el concepto de masculinidad era algo más complejo o demasiado primigenio de lo que yo mismo imaginaba, a partir de ello se inicio el tratar de entender cómo funcionaban en muchos hombres estos mecanismos aprendidos inconscientemente.


De ahí hasta entonces la reflexión.

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